UN GRAN ENCUENTRO,
UNA ENORME EMOCIÓN. Continuación .
Crónica
de la fiesta "Olivetti 100" 3ª
parte
Retomamos la
crónica que habíamos dejado al final de la primera parte de la Conferencia de
la Memoria, en la que se dio a conocer el fallo de los respectivos jurados y se
presentaron a los ganadores de los dos concursos convocados: el de fotos y el
de relatos.
Respecto al
concurso de fotos, se informó de que, a la vista de las pocas fotos presentadas
a concurso, el jurado había decidido englobarlas en un único apartado y
conceder tres premios, consistentes cada uno en un libro ilustrativo de uno de
los últimos programas de tratamiento de imágenes: el CS3, editado por Anaya.
Los vencedores, en este caso las personas que presentaron las fotos premiadas,
fueron:
· Juan Clapés, de Ibiza, por “Los futuros ingenieros”
· Maite Miró, de Barcelona, por “ No renunciábamos a nada”
· Carlos Tutusaus, de Barcelona, por
“El gondolero de Venecia”, foto realizada por Luis Vich.
Nuestros compañeros agraciados recogen su premio de
manos de Jordi Calvet.
Las imágenes, muy sugestivas y de indudable calidad fotográfica
fueron proyectadas en la pantalla y celebradas unánimemente por los asistentes.
En lo relativo al concurso de relatos, después de recordar las
bases del mismo, Jordi Calvet, en nombre del jurado declaró vencedores, en cada
una de las tres categorías convocadas, a:
· Juan Maiques, de Madrid, por “La
carta descifrada”
· Ángel Jiménez, de Madrid, por “Transformar la objeción”
· Francisco Escalante, de Barcelona, por “El vendedor”.
Los premiados recogen sendas Impresoras multifunción
gentileza de Olivetti España.
Durante un
intervalo, que algunos aprovecharon para estirar las piernas, se proyectó un
interesante documental. En él se recogían varios episodios claves en la vida de
la empresa. Sin duda, el más impresionante, proyectado después del descanso y
seguido en silencio y con gran emoción por todos los olivetianos,
fue el que recogía las impresionantes imágenes de la demolición de una buena
parte de los edificios de la fábrica de Las Glorias. Fueron sólo unos
instantes, pero unos instantes sobrecogedores. Parecía que algo se nos venía
abajo en lo más profundo del alma.
Escena del videoclip del momento de la demolición de
una parte de fábrica.
Tras este intervalo, se inició la segunda parte de la Conferencia
de la Memoria. José Luis Varas presentó al siguiente orador: Paco Herrero. Dijo
de él que, por encima de cualquier otra cualidad de las muchas que tiene, la
mejor presentación que se podía hacer de nuestro compañero era la de decir que
es una magnífica persona. A los compases de una rumba, en la pantalla apareció
una serie de fotos del Paco más alegre y desenfado: acompañado de su guitarra,
alegrando la vida a los demás y rememorando sus ya lejanos tiempos de tuno de
la facultad de Derecho de la universidad de Barcelona. También pudimos verle en
su faceta profesional inaugurando una sucursal o participando en diversas
reuniones.
Paco Herrero nos recordó su trayectoria profesional en la empresa.
Un curriculum ejemplar, que se inició con 18 meses de
vendedor de distrito y seis más como vendedor Especial C. Nos recordó cuánto
enseña la calle, una universidad que no otorga títulos, pero sí una inestimable
experiencia. Dirigió el centro de formación y fue luego director de sucursal en
Granada y Alicante. Pasó a ser jefe de área y le tocó poner en marcha el
llamado Tercer Canal, con la ayuda inestimable de nuestro compañero Goñi, aquel laborioso navarro.
Tres instantáneas de la emotiva intervención de
nuestro compañero Paco Herrero presentado por José Luis Varas.
Llegó luego una de las joyas de la jornada: la intervención de
nuestra querida compañera Maite Miró, con un argumento prometedor: la Olivetti,
vista por una mujer. Su primera imagen nos presentó, de entrada, a una Maite
muy jovencita. Luego siguió una serie de fotos en donde se la veía acompañada
de otras jóvenes compañeras de la secretaría de la dirección comercial y, cómo
no, en su faceta de defensa central de un aguerrido equipo de fútbol femenino,
dicen que patrocinado en su momento por el Barça. No fue posible confirmarlo.
Las fotos finales testimoniaron la colaboración tan eficaz que Maite prestó al
comité organizador.
La tesis que Maite desarrolló era rotunda en su enunciado y en su
demostración: Olivetti había sido una empresa machista. Así, sin paliativos.
Hasta el sol tiene manchas – dijo – y la mancha de Olivetti consistía en su
absoluta minusvaloración de la mujer. De administrativa o secretaria no se
pasaba. Ninguna oportunidad para el desarrollo personal, para la progresión
dentro de la empresa, para satisfacer la autoestima de las mujeres, que se
declaraban capaces de igualar a los del otro sexo en todo. Recordó la excepción
que significó en el Grupo Olivetti la dottoressa
Marisa Belissario. Luego se encaminó por cauces
irónicos y divertidos, citó algunos ejemplos de directivos despistados para
llegar a la conclusión que mal les hubiera ido a todos ellos, sin salvar a
ninguno, sin una secretaria eficaz. Pero Maite no se quedó aquí. De manera
indulgente nos dijo que prefería ver la botella medio llena y que, a pesar de
los pesares, trabajar en Olivetti valió la pena. Por encima de cualquier otra
circunstancia, por encima de machismos o desconsideraciones, todos éramos
compañeros, incluidos los jefes… con el debido respeto.
Maite Miró logró en varias ocasiones de su
intervención que nos levantáramos de las sillas para dedicarle aplausos de
admiración y cariño.
La mañana iba avanzando y la Conferencia de la Memoria se
encaminaba hacia sus capítulos finales. José Luis presentó a ese aragonés, todo
corazón, que es Eusebio Calvo para que nos hablara de “La transformación de los
técnicos”. El Stac ha representado como ningún otro
órgano empresarial la vocación de servicio de Olivetti. Tras su correspondiente
presentación audiovisual , con las imágenes de ese hombretón sensible y bueno
que es Eusebio, amigo de sus amigos y casi de sus enemigos (si es que los
tiene), acompañado siempre por sus compañeros de fatigas, nuestro compañero nos
relató el difícil tránsito que supuso convertir a los mecánicos limpiadores de
máquinas de escribir en verdaderos técnicos. Recordó las vicisitudes por la que
hubo que pasar en función de los problemas que dieron determinadas máquinas
(que este amanuense digital no cita por que están en el recuerdo de todos). Nos
explicó la incidencia de la electrónica en los talleres y reivindicó el papel
de los técnicos que acababan resolviendo muchos problemas y, en general, con
una retribución media inferior a la de los comerciales. Y éstos, aún se
quejaban.
Nuestro compañero Eusebio Calvo despertó no pocos
entrañables recuerdos por parte de los asistentes, sobre todo de la parte
técnica.
Y llegó el último capítulo de la Conferencia. José Luis Varas
presentó a este humilde cronista como un pedagogo y Juan Bta. García Dolz
remachó el clavo iniciando la ilustración gráfica de la persona con una imagen
de una portada del desparecido Diario de Barcelona en donde se me veía, rodeado
de mis alumnos, en mis tiempos de docente allá por el muy lejano año de 1958.
Por su parte, Luis Vich se había puesto solemne y había elegido, como marco
sonoro para las imágenes a modo de presentación, el adagio del cuarto concierto
para piano de Mozart. Diversas fotografías daban fe de mis repetidas
intervenciones como ponente en otros actos en Olivetti, fueran éstos seminarios
o reuniones de concesionarios o directores. Me cupo el honor de representar a
nuestra empresa en algún acto institucional como fue una audiencia real y en
recibir en nuestro stand de Sonimag 91 al president de la Generalitat de Catalunya.
Se me había pedido que, en mi intervención, hiciera una valoración
de aquel primer censo del parque mecanográfico. Pensé que era mucho más
adecuado invitar a los asistentes a que hicieran ellos el censo de sus
recuerdos en su carrera profesional en Olivetti. Yo mismo me embarqué en el
vehículo imparable de la emoción y me acordé de muchas de las personas que
tanto me ayudaron, me enseñaron y me soportaron en mis 32 años en la empresa,
si bien sólo pude citar a unas pocas. Se me quebró la voz al hablar de Miguel Tejerina, mi amigo del alma. Y también de Juan Hernández
Colomer, cuyo corazón estalló porque no le cabía en el cuerpo. Cité a algunas
personas más, entre ellas a Agustín Ceballos, líder sin querer serlo, y a
aquellos compañeros y compañeras con los que trabajé tan a gusto en Barcelona y
que hace tiempo nos dejaron. Acabé afirmando rotundamente que, sin duda, trabajar
en Olivetti había sido para mí un gran privilegio, tan grande como el estar
entonces allí y saber y sentir que todos los presentes eran mis amigos.
El brillante colofón lo puso nuestro compañero José
Manuel Aguirré logrando despertar en la sala un
cúmulo de recuerdos y sentimientos.
Todos los
parlamentos fueron acogidos con cariñosos y benévolos aplausos por parte de los
asistentes. La Conferencia de la Memoria terminó en un clima altamente emotivo.
Otra vez emergían los recuerdos, se renovaba la alegría del reencuentro, se
repetían los abrazos, y se enjugaba alguna lágrima por parte, no sólo de
nuestras chicas, sino también de algunos de nuestros hombres hechos y derechos.
Un variado
aperitivo puso la necesaria distensión en el ambiente. Explicar todo lo que
ocurrió después será objeto de una nueva entrega.
José Manuel
Aguirre
Barcelona, 21
de octubre de 2008