Recuerdos de un Olivetiano desmemoriado (30)
- LA ADMINISTRACIÓN -
Cuando ingresamos en Olivetti, durante aquel largo período de formación, nadie se preocupó de explicarnos cómo se administraban HOSA y COMESA. No era un tema menor. La organización, disposición y gestión de los bienes y de los caudales, en definitiva, de la economía de unas empresas como las nuestras, por fuerza tenía que ser una cuestión importante, difícil y compleja. Al cabo de un tiempo, cuando cada uno de nosotros se había hecho ya cargo de su primer destino, Juan Pedro Losada se dio cuenta de esta importante laguna y le pidió al sr. Francesc Marimon, entonces jefe de contabilidad y especialista en asuntos fiscales en la empresa, que nos lo explicara. Nos atendió muy amablemente y, durante toda una tarde (que a mí se me hizo larga) nos dio una charla – creo recordar que buena parte de ella versó sobre temas contables – y contestó luego todas nuestras preguntas, que naturalmente no recuerdo bien pero estoy casi seguro de que fueron muy ingenuas.
La administración de las dos empresas comportaba la realización de un conjunto de funciones entonces aparentemente poco coordinadas y sin un mando único evidente. Se me objetará que, en última instancia, la cabeza visible era el dott. Peyretti. Claro. Pero se echaba de menos la presencia de un único director financiero - administrativo.
Supimos de la existencia de unos señores de apellidos Bou y Forn que, muy próximos a la dirección general, manejaban las finanzas. Pocas personas tenían acceso a ellos. En cambio, pronto conocimos a los mandos de unos departamentos ciertamente importantes para el buen funcionamiento tanto de Hispano Olivetti como de COMESA. El sr. Bonet era el responsable de las operaciones de comercio exterior. Importaba primeras materias para la fábrica y máquinas procedentes de Italia para la comercial. Exportaba los productos terminados con destino a muchos países. Su departamento era conocido, como no podía ser de otra manera, con el nombre de import-export. Un tal sr. Hernández (no confundir con J. Hernández Guillem) gestionaba el departamento de movimiento de máquinas, que cumplía la función modernamente denominada logística.
En 1970, Hispano Olivetti fabricó 656.000 máquinas de escribir. Aproximadamente un 10 % de la producción mundial. La fábrica de Barcelona era el primer centro mundial de producción de portátiles y semistandard, buena parte de ellas destinadas a la exportación. El trailer de la fotografía era capaz de transportar casi 2.000 Lettera 32, esta vez con destino a los Estados Unidos.
Ya he dicho que el Sr. Marimon, antiguo inspector de Hacienda, era el jefe de la contabilidad general, tanto de de HOSA como de COMESA, mientras que el responsable de la contabilidad industrial era el ingeniero Giorgio Melloni. Ya he recordado, en una de mis primeras entregas que la sección de contabilidad de fábrica, al mando del sr. Pastor, se ubicaba en una estancia contigua a la que ocupaba Juan Arturo Lázaro y en donde me instalé yo también los pocos meses que pasé en la fábrica.
El sr. Xiberta, asistido por el sr. Barulls, tenía a su cargo la relaciones con los bancos y determinadas operaciones especiales.
Creo que, en fecha muy próxima a mi ingreso (junio del 63) entró en la empresa Joan Palet que pronto se hizo cargo de la gestión administrativa de COMESA. No sé si he dicho en algún capítulo anterior que coincidimos durante un corto período de tiempo en una empresa editorial. En ella, también trabajó nuestro compañero Alberto Fernández (e.p.d.), que se incorporaría algo más tarde a la administración, ya en Ronda Universidad. Mucho tiempo después se hizo cargo de la logística, que seguía llamándose movimiento máquinas.
A primeros de junio de 1966, ingresó en la Hispano Olivetti Jaime Hernández Guillem. Estaba llamado a ser el primer director administrativo español, cargo que ocupó bastantes años más tarde, tras realizar una interesante y provechosa experiencia latinoamericana, como director administrativo de la Olivetti peruana, primero, y de la de México, después. Pero no adelantemos acontecimientos, porque eso ocurrió en la década de los 80. A los pocos días de su ingreso, Hernández sufrió un grave accidente en la montaña, lo que le mantuvo de baja durante unos seis meses. La empresa, a instancias de Ceballos y como no debía ser de otra manera, le respetó el contrato (que podía haber sido de prueba) y mantuvo su puesto en Hispano Olivetti sin cubrir hasta su reincorporación.
En la última mitad de la década de los 60, coincidieron una serie de circunstancias, ninguna de ellas menor, que obligaron a una reforma en profundidad de la administración de la empresa. El despegue económico del país, la articulación comercial de la empresa en una red de sucursales directas cada vez más amplia y la ampliación y diversificación de la oferta de productos y servicios exigían una muy amplia transformación también en el sector administrativo. Riccardo Berla era absolutamente consciente de ello y, con la colaboración y el protagonismo determinante de Marimon, Palet y Hernández Guillem se inició un proceso de modernización y consolidación de las tareas y procedimientos administrativos.
Una vista de las nuevas oficinas de la Ronda de la Universidad. Concretamente, la zona destinada a una parte de la administración.
En el año 1968 se creó, por fin, la Dirección Administrativa, a instancias de Ivrea y con el placet de RiccardoBerla. Su primer responsable fue Uberto Pasini, que había ejercido antes el mismo cargo en la Olivetti alemana. Persona bondadosa y afable, los que tuvimos trato frecuente con él lo recordamos con gran afecto. Era bastante tímido y se ruborizaba con cierta facilidad. Hablaba un castellano muy sui generis, acompañado por divertidas imprecaciones en el más castizo italiano. Jaime Hernández atesora una rica colección de ellas. No reproduciremos aquí ninguna, pero mientras escribo esto y recuerdo alguna de ellas no puedo reprimir una sonrisa. Pasini, como los buenos árbitros, tenía la virtud de no hacerse notar, de pasar prácticamente desapercibido. Conocedor desde el primer momento del elevado nivel profesional de sus colaboradores, delegaba ampliamente en ellos. Y no se equivocó.
Creo que poco tiempo después se creó la Dirección de Sistemas Informativos (que nosotros bautizamos con el acrónimo de DSI), tras la adquisición de un ordenador corporativo más moderno. La dirigió inicialmente un italiano apellidado Bressani. De todas maneras, el eficaz “piloto de máquinas” continuó siendo Ramazzini, con la aportación decisiva de dos veteranos, Batlle y Prost. Ocaña fue otra persona importante en aquella delicada gestión. También Pedro Pastó, quien después habría de dirigir el STAC, se hizo cargo de la difícil gestión de los servicios informativos de fábrica. Algo más adelante se incorporaron dos jóvenes y muy eficaces informáticos: Canela y Calduch. La ayuda y consejo que me prestaron, en un ambiente de cordial camaradería y colaboración, en la realización de los tres nuevos censos que estaban por venir y en otros trabajos, no la agradeceré nunca bastante. El proceso de datos ya lo realizaron ellos. Aprovecho esta ocasión para testimoniar de nuevo a tan formidables técnicos y buenos amigos mi profunda gratitud. Este y otros departamentos de la administración realizaron sus trabajos de back office de manera silenciosa, desprovista de espectacularidad, pero con una gran eficacia. Su bien hacer fue determinante en el desarrollo y crecimiento de la empresa.
Los acontecimientos se producían uno detrás de otro, de manera incesante. Mi escasa y confundida memoria es incapaz de fecharlos correctamente y por eso la descripción de las actividades o procesos en los que no me vi directamente involucrado son tan imprecisos y algo incoherentes. Me atrevo a escribir sobre ellos con el ánimo de provocar en los verdaderos protagonistas los deseos de recordar, de evocar momentos y etapas decisivos en su vida, de traer al primer plano a personas con las que tanto y durante tanto tiempo compartieron sus afanes profesionales. También quiero cumplir con la exigencia de presentar a la empresa como un sistema complejo, cuyo buen funcionamiento dependía de la buena coordinación y de la concentración de todas las energías en la consecución de un objetivo común.
Un momento importante en la historia de nuestras empresas fue la fusión de Hispano Olivetti y Comercial Mecanográfica en una sola, con el nombre de la primera. Ocurrió a principios de l971.
Siempre por aquellas calendas, Palet puso en marcha el servicio de auditoría, órgano imprescindible para una buena gestión. Fueron entonces eficaces colaboradores suyos Juan E. Sánchez y Sucarrats. Gracias a su gestión, la administración periférica, tan importante para la buena marcha de las sucursales, entró en un importante proceso de modernización.
Una de los hitos más importantes de dicho proceso fue la creación de los centros administrativos. Barcelona y las sucursales y delegaciones de su entorno tuvieron el suyo propio, bajo la dirección de José María Aguilar. En Madrid, se crearon dos centros, el propio de las sucursales con base en la capital y el denominado Centro Administrativo Periférico, que daba servicio a un gran número de pequeñas sucursales. Los dirigieron Amo y De Nicolás, respectivamente. Siguieron siendo autónomas las sucursales de Bilbao, Valencia , Sevilla y quizá alguna más, pero no estoy seguro de que fuera así.
Llegada la hora de la jubilación para Passini, le sustituyó otro italiano: Donato Capitanio, anterior jefe de la contabilidad industrial en Ivrea. Como diría nuestro buen amigo López Río, si la administración continuó funcionando bien no fue por culpa suya.
Capitanio también dejó un buen recuerdo entre nosotros. Un buen día nos dejó para ir a ocupar el cargo de director de marketing de Alitalia. Le sustituyó Luciano Di Prima. Pero eran ya otros tiempos.
Antes, Jaime Hernández Guillem se hizo cargo de la contabilidad y del control de gestión en el sector comercial. Hasta una cierta fecha se suministraba a las sucursales la información relativa a la venta y a la consiguiente facturación teórica, es decir, valorada a precios de listín. Durante mucho tiempo no tenía sentido hablar de descuentos en la gestión comercial. Se vendía prácticamente a precio pleno. En la famosa libreta de tapas negras del dott. Vernetti que me proporcionó Maite Miró, estaban consignadas las especialísimas condiciones que se practicaban, en materia de descuento, a clientes muy importantes y que él quería y creía tener controlados. Alguno de aquellos clientes, sorprendentemente, no pasaba del reconocimiento de un descuento del 2 % por pronto pago. Sólo en circunstancias muy concretas, se llegaba a descuentos del 5 %. En cambio, a los clientes italianos se les trataba mucho mejor, pero eran muy pocos. Claro que los directores de sucursal tenían algún subterfugio para distinguir a algún cliente importante, como era la sobrevaloración de las máquinas usadas tomadas a cambio. Pero no podían exceder determinados límites. Esas máquinas luego se revendían como usadas y la gestión tenía que ser positiva. No obstante, una competencia cada vez más agresiva obligó a ajustar los precios a los clientes más importantes, pero siempre tras la oportuna autorización superior. Por ello, se dio un paso más en el suministro de información a los directores de sucursal. Se les dio noticia de los facturados reales, es decir, efectivos, con la evidencia de las consiguientes tasas medias de descuento resultantes. Nos íbamos acercando irremisiblemente al empleo de un instrumento de control más moderno y eficaz: las cuentas de gestión que, como ya he señalado en otra entrega, nuestro amigo Jaime Hernández bautizó con un nombre que adquirió carta de naturaleza en nuestra jerga: el rendiconto. Su introducción y correcta utilización hicieron necesario impartir una serie de seminarios no sólo para directores de sucursal sino también para los responsables de los diversos departamentos de Casa Central. Tuvieron lugar, en varios turnos, en un hotel de Santa Cristina, en la Costa Brava. Se iniciaba un proceso imparable de formación de los directivos en la gestión económica de su parcela de responsabilidad en el negocio.
José Manuel Aguirre
Barcelona, 11 de octubre de 2008