Olivetianos en acción

- MIGUEL POBLET, LA FLECHA AMARILLA -

Por José Manuel Aguirre.

A los jóvenes españoles de hoy les debe parecer la cosa más natural del mundo la serie de éxitos, tanto individuales como de equipo, que consigue una y otra vez el deporte español, desde hace ya algunos años. Son muchas y muy variadas las especialidades deportivas en las que destacan nuestros atletas - ellos y ellas - en dura competencia con los mejores especialistas del mundo. Muchos son los nombres de los deportistas que recientemente han escrito páginas brillantísimas en la historia de las diversas disciplinas deportivas. Pero no es el momento de consignar aquí el elenco de nuestros campeones, porque no es nuestro propósito hacerlo y, además, daría lugar a una muy larga lista.

Pero no siempre hemos podido disfrutar de frecuentes y sonados triunfos. Los años dulces por los que atraviesa nuestro deporte estuvieron precedidos por una larga época de casi absoluta indigencia. Los que por nuestra edad hemos sido testigos de muchos acontecimientos de toda índole, vivimos en nuestra juventud un largo período de penuria también en el deporte. Los triunfos en las diversas competiciones internacionales brillaban por su ausencia. Sólo alguna rara avis constituía una gloriosa excepción a la regla general de la mediocridad o pobreza de resultados de nuestros deportistas. Los nombres de Joaquín Blume – una joya malograda por la fatalidad – en la gimnasia deportiva, Manolo Santana en tenis y Bernardo Ruiz, Miguel Poblet, Guillermo Timoner y Federico Martín Bahamontes en ciclismo están entre los pocos citables. En el terreno de los logros colectivos, la selección nacional de fútbol llegó a hacernos soñar en el campeonato del mundo de 1950. Pero hubimos de conformarnos con un cuarto puesto. En cambio, la selección nacional de hockey sobre patines sí logró ese título a primeros de los 50 al vencer por primera vez a Portugal. Pero no recuerdo que hubiera más.

Ahora, reciente todavía el disfrute del triunfo de Alberto Contador en el Tour de Francia en circunstancias muy singulares y que entronca con otra larga serie de éxitos del ciclismo español en la más prestigiosas y exigentes carreras del mundo, nuestros recuerdos nos retrotraen a aquellos años en donde las competiciones ciclistas por etapas eran una auténtica odisea, una heroica aventura. A todos aquellos esforzados deportistas de la bicicleta de entonces me gustaría rendirles un sincero y sentido homenaje en la persona de un gran campeón y una de sus figuras más representativas: Miguel Poblet.

Antes de que, en aquel año de 1959, Bahamontes se convirtiera en héroe nacional tras su victoria en el Tour de Francia, ya algunos de nuestros ciclistas se hacían notar no sólo en competiciones nacionales sino también en las internacionales, aunque sin alcanzar grandes triunfos. Mis primeros recuerdos vinculados a un deporte que no sea el fútbol, se asocian al ciclismo. En la inmediata posguerra destacaban, a distancia del resto, ciclistas cuyos nombres es posible que no digan nada a muchos de vosotros: Fermín Trueba, Mariano Cañardo y Julián Berrendero. Luego, empezando por Bernardo Ruiz, que quedó en tercer lugar en un Tour de los años 50, son muchos los nombres que recuerddo de aquellos sufridos y esforzados ciclistas. Las condiciones en que se corrían las carreras no tienen apenas semejanza con las de ahora. Entonces, el pésimo estado de las carreteras hacía muy peligrosas algunas pruebas. Los corredores tenían que reparar por sí mismos los pinchazos y llevaban arrollados al torso unos tubulares de recambio para sustituir a los estropeados. El avituallamiento se hacía a menudo en bares de carretera. Es conocida la imagen de Bahamontes tomándose un helado en la cima de un puerto de montaña. No existía tampoco la dirección y la estrategia de equipo tal como se la entiende ahora. Y ¿qué decir del material? ¿Qué harían los ases de hoy con las arcaicas y pesadísimas bicicletas de ayer?

La primera prueba ciclista por etapas que mi memoria es capaz de recordar es la Vuelta Ciclista a Cataluña. En una ocasión que tuvo a Puigcerdà como final de una etapa y salida de la siguiente, tuve la oportunidad de hacerle a Miguel Poblet las fotos que ilustran este artículo. Corría el año 1956. Han pasado, pues, nada menos que 53 años.

Miguel Poblet nació en la población barcelonesa de Moncada i Reixac en 1928. Ya en 1944 empezó a correr como profesional y se mantuvo en esa actividad hasta 1962. Era un formidable ciclista, capaz de competir en todos los terrenos, pero su característica distintiva era su velocidad punta en los finales de una prueba. Su rapidez y fuerza en el sprint le dieron muchas victorias en competiciones muy importantes. Quizá por eso, en el ambiente ciclista internacional de la época alguien le distinguió con el sobrenombre de La Flecha Amarilla. Son de leyenda los disputadísimos finales de etapa entre Poblet, los belgas Van Looy y Van Steemberger y el francés Darrigade, entre otros grandes velocistas. Es el ciclista español que más etapas ha ganado en las tres grandes carreras por etapas: Tour, Vuelta y Giro. Nada menos que 26. De ellas, 22 en el Giro. Muchas de ellas conseguidas al sprint, superando a formidables ases de la velocidad. Para dar una idea de la importancia de sus logros, repasemos la lista de los ilustres ciclistas españoles que le siguen el palmarés. El segundo es, nada menos, Miguel Indurain, con 16 victorias de etapa en las tres grandes pruebas. Siguen Luis Ocaña, con 15: José Manuel Fuentes, con 14; Domingo Perurena, con 13 y cerramos esta lista que se haría muy larga con Julio Jiménez y Miguel María Lasa, con 12 victorias de etapa cada uno. Es impresionante el elenco de ilustres nombres de nuestro ciclismo que encabeza el campeón catalán.

Aunque no ganó ninguna de las tres grandes, si alcanzó la victoria en pruebas clásicas tan señaladas como la Midi-Libre, en 1955, y la Milán – San Remo, en 1957 y 1959.

Nuestro campeón fue el primer ciclista del mundo en ganar, en el mismo año, una etapa por lo menos, en cada una de las tres grandes Vueltas. Miguel Poblet lo hizo en 1956. Dos años más tarde repitió la hazaña el italiano Pierino Baffi, pero luego hubo que esperar 45 años para que otro italiano –esta vez el rapidísimo Alessandro Petacchi -, lo consiguiera en el 2003.

En el Tour de 1955, Miguel realizó tres proezas muy celebradas. La primera, fue el primer corredor español en llevar el preciado maillot jaune. La segunda, que no tuvo un reconocimiento oficial, consistió en pasar durante una etapa el primero por la meta de montaña del mítico Tourmalet. A su rueda seguía un trío de formidables escaladores; nada menos que Luisson Bobet, Charlie Gaul y Jesús Loroño. ¡Ahí queda eso! La segunda fue su victoria en solitario en la última etapa de la carrera, corrida entre las ciudades de Tours y Paris. En la mayor parte de las ocasiones se ha llegado en compacto pelotón. De aquellos tiempos ya lejanos, recuerdo perfectamente que, durante varios años con ocasión de mis vacaciones de verano en Puigcerdà, un tío de la que había de ser mi mujer y yo seguíamos enfervorizados por una emisora de radio francesa la retransmisión en directo del desarrollo de las etapas del Tour. Fueron tardes inolvidables para mí. Nuestra excitación y entusiasmo llegó en 1959 a los máximos niveles cuando el triunfo de El Águila de Toledo.

Poblet corrió en varias ocasiones la Volta a Catalunya, pero sólo pudo ganarla en 1960. Por cierto, me apetece dejar constancia aquí de que, en 1944, la ganó Miguel Casas, un ciclista afincado en Puigcerdà y muy querido allí. La capital ceretana es la cuna de un magnífico corredor ciclista de campo a través o de mountain bike, como llaman ahora a esa prueba: José Antonio Hermida, varias veces campeón de España, de Europa y del mundo en pruebas de su especialidad y medalla de plata en los Juegos de Atenas.

Miguel Poblet fue, además de un as de las pruebas de fondo en carretera y en las carreras por etapas, un magnífico corredor de pista. En los años 50, Barcelona tenía dos velódromos: uno instalado provisionalmente en la plaza de toros de Las Arenas y otro, muy cerca del primero, en un pabellón deportivo que hoy ya no existe y que se construyó para los campeonatos mundiales de hockey sobre patines que España ganó por primera vez al batir a Portugal, en una memorable final, por 4 a 3. Volviendo a lo nuestro, los domingos por la mañana y algunos otros días en sesiones de tarde o noche, los barceloneses teníamos ocasión de presenciar unas interesantísimas sesiones de ciclismo en pista, en las que se corría en las cuatro clásicas modalidades de velocidad, persecución, eliminación y a la americana por parejas. Poblet era un campeón en cualquiera de ellas. Recuerdo que en las carreras a la americana formaba pareja con Miguel Bover. Competían contra otras parejas muy buenas como la que formaban los hermanos Timoner y los corredores Vidal y Porcar. Era todo un espectáculo ver a Miguel Poblet en cada una de sus formidables aceleraciones. Yo iba al velódromo los domingos por la mañana. Siempre solo. No recuerdo si mi hermano me acompañó alguna vez. A mis amigos de entonces no les interesaba el ciclismo. Por las cinco pesetas que costaba la entrada, disfrutamos durante algunos años de un excelente espectáculo deportivo que, por desgracia, ya no puede verse en Barcelona. Por cierto, también en los velódromos de nuestra ciudad se celebraban las pruebas de ciclismo tras moto, que hoy ya no se corren y en las que Guillermo Timoner se mostró como un consumado maestro y se proclamó seis veces campeón del mundo y trece veces campeón de España de la especialidad.

Los triunfos de los últimos años de los Contador, Sastre, Pereiro, Hermida, Valverde, Freire y algo antes de los Indurain y Delgado y de algunos otros deben servir, no sólo como un ejemplo a seguir, sino también como gratísimos recuerdos para evitar que queden en el olvido las gestas de sus predecesores que obtuvieron triunfos importantes para el ciclismo español. Vaya a todos ellos nuestro homenaje y reconocimiento en la persona de ese formidable corredor que fue, en aquellos años ya lejanos, Miguel Poblet.

 

José Manuel Aguirre

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Enhorabuena José Manuel.

Muy bien, como siempre.

Puestos a citar ciclistas célebres, me gustaría incluir a continuación de tu excelente artículo, un breve recuerdo al corredor vasco Jesús Loroño, fallecido en 1998, ganador del gran premio de la montaña del Tour en el 53, campeón de la Vuelta a España y también de la Volta a Catalunya en el 57, contemporáneo de Bahamontes.

Me consta que fueron grandes rivales, incluso cuando formaban en el mismo equipo. Ambos eran muy competitivos y cuidaban sus respectivas parcelas con gran celo. Dicen que incluso se negó a ser su gregario el año que Federico ganó el Tour. ¡Todo un carácter!. 

Cuentan las crónicas que la Vuelta echó el cierre hasta 1955, cuando resurgió con 106 ciclistas repartidos en 18 equipos nacionales. La participación española fue de lujo: Federico Martín Bahamontes, Jesús Loroño y Miguel Poblet. Un año después, el que triunfó por fin fue Loroño, protagonista de una cabalgada en la que sacó 21 minutos a Bahamontes. Se retira de la vida deportiva en 1962. Esta rivalidad deportiva entre Loroño y Bahamontes propició un gran ambiente en el mundo ciclista que aún hoy se mantiene en la memoria de muchos aficionados.

Recuerdo que residiendo en Bilbao por los años 70, era costumbre generalizada, tomar unos txiquitos a la salida del trabajo, en mi caso, con los compañeros de Olivetti. Eran los tiempos de Miguel Tejerina (e.p.d.), Federico Gallego y Pepe Díaz Cordero como Directores de Sucursal. Uno de los lugares habituales de parada era el Bar Restaurante de Loroño, muy próximo a nuestra sucursal de General Concha, bajando por Recalde, frente a la Alhóndiga de Vinos, un lugar sencillo, limpio y acogedor. Allí estaba Jesús, retirado ya de la competición, que en ocasiones especiales, atendía personalmente  a los parroquianos, todos amigos y aficionados al ciclismo, rememorando hazañas deportivas. Eran tiempos difíciles para el deporte, casi sin espacios informativos en las emisoras de radio y muy poco en la prensa, de manera que esas improvisadas tertulias permitían conocer con detalle los pormenores de las carreras y los pequeños o grandes entresijos y particularidades o manías, que las habían, de los corredores. A modo de decoración, fotos de Jesús en sus ascensiones y llegadas de etapa que servían de pretexto para que narrara lo que todos esperábamos oír de sus labios y aunque era un hombre muy serio y poco fantasioso, siempre lograba contagiarnos de una gran simpatía por sus episodios deportivos. Casi a diario, Jesús solía salir a pedalear junto con otros aficionados por las bonitas campas vizcaínas, camino de alguno de los puertos de montaña próximos. En una ocasión me invitaron a acompañarles. Al principio todo fue bien pero al cabo de unos kilómetros, al iniciar la ascensión al puerto de Altube, casi sin aliento, no pude más que levantar la mano a manera de despedida para abandonar y volver a casa. Jesús tuvo la gentileza de "dejarse caer" para interesarse por mi estado y desearme buen regreso. Otras salidas que hice con ellos fueron solo testimoniales para acompañarles durante un rato, pero esto me permitió conocer muchas y variadas anécdotas sobre la práctica del ciclismo que aún hoy siguen vigentes pues las he vuelto a escuchar de boca de nuestro campeón Perico Delgado actuando como comentarista de radio y televisión.

No hace muchos años, leí en la prensa que el alcalde de Bilbao, Josu Ortuondo, le recordaba diciendo «Los vascos teníamos por aquel entonces al Athletic y a Loroño».

Jesús participó en 10 ediciones de la Vuelta a España, 5 del Tour, 3 del Giro y en más de 300 competiciones regionales y locales, alcanzando en todas ellas, premios y trofeos muy significados.

Detalle de la placa del monumento al ciclista en el alto de Sollube de Bermeo (Bizkaia). A la derecha aparece el rostro del ciclista en relieve. Junto a él se ha representado una escena de una carrera ciclista. En la parte inferior se puede leer el siguiente texto: "Bizkaiko herriak. Jesus Loroñoren gomutaz. 1925-1998".

¡Qué viejas y entrañables historias!

Un abrazo, Juan Gª Dolz

 

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