Recuerdos de un Olivetiano desmemoriado
- LA FOTO DE LA PROMOCIÓN DEL 63 -
Los que me conocen saben de mi afición a la fotografía. De entre las muchas fotos que hecho a lo largo de muchos años hay una muy especial. No quisiera perderla por nada del mundo. Es la que da vida a este relato.
El 10 de junio de 1993, encargué tres copias. Las puse en unos sencillos marcos de plata que compré y le pasé la factura a Romano Gabriele para que autorizara su pago. Lo autorizó sin saber muy bien por qué tenía que hacerlo. ¿Quizá fue un abuso de confianza por mi parte? Nunca he tenido remordimiento alguno por ello. El gasto estaba más que justificado. A mi criterio, claro. Aquella noche, tres de los que figuramos en la foto nos fuimos juntos a cenar con nuestras esposas. Esta vez sí, pagamos nosotros. Celebrábamos los 30 años de nuestro ingreso en Olivetti y por eso la empresa nos regaló, debidamente enmarcada, una copia de la foto que nos habíamos hecho tres décadas antes.
Recuerdo que por entonces le mostré la foto a Maribel Grau, mi eficaz secretaria, profesional donde las haya. Después de mirarla unos instantes con atención, me preguntó con cierta curiosidad: ¿Quiénes son?
Es posible que buena parte de vosotros también os hayáis hecho la misma pregunta. Hoy, cuando la foto tiene ya 45 años, casi he estado a punto de hacérmela yo mismo.
El 10 de junio de 1963, a las nueve de la mañana, “los retratados” nos encontramos por primera vez en el centro de formación de Comercial Mecanográfica, sito en la calle del Padre Claret. Nos recibieron, muy puestos en su papel, Paco Herrero - director del centro - y Xavier Vigué, entonces colaborador suyo. Así empezó para aquellos jóvenes una aventura profesional que había de durar muchos años.
La foto no se tomó aquel día ni en aquel lugar. Se hizo, en un luminoso día del mes de julio de 1963, en la fábrica de Glorias. En concreto, en la sala de juntas que estaba entre los despachos del dott. Peiretti, director general de Hispano Olivetti, y del dott. Vernetti, gerente de Comercial Mecanográfica. En aquella estancia nos tuvieron durante una semana sin apenas nada que hacer, en un pequeño paréntesis de nuestro programa de formación. De él ya os hablaré otro día.
Los que aparecemos en la foto somos, de izquierda a derecha: Juan Pedro Fernández de Losada; Pepe Puigcerver; quien esto escribe; Ramón Ramis; el madrileño Luis Teijeiro y el añorado Ángel Torres. Todos con camisa blanca y corbata, estrecha, claro, como lo era casi todo en aquellos tiempos. ¿A cuántos habéis reconocido? Pepe y Ramón fueron destinados a Rápida s.a.; Luis, acabado este primer período de formación, volvió a sus madriles y Ángel, Juan Pedro y yo no nos movimos de Barcelona.
¿Quién hizo la foto? Nadie. Se hizo sola. Situé mi querida Kodak Retina – una pequeña joya entonces - encima de la mesa de reuniones. Encuadré, ajusté el telémetro a unos 2’5 metros, regulé la velocidad de obturación a 1/30 de segundo y la abertura del diafragma a 5.6. Preparé y pulsé el disparador automático y me coloqué deprisa en mi lugar. Transcurrieron diez segundos. Luego la buena suerte y la estupenda iluminación natural que entraba de costado por un ventanal hicieron el resto.
Pero lo mejor de la fotografía lo pusimos sus protagonistas. Derrochábamos juventud, naturalidad, ganas de trabajar y grandes dosis de frescura y de ingenuidad. Creo que nuestra pose deja traslucir una relajada sensación de confianza. No en nosotros mismos, por supuesto, sino en la organización de la que empezábamos a formar parte. Recuerdo que, uno de aquellos días, mi madre me dijo: Hijo, has entrado en una empresa para toda la vida. Como siempre, acertó. Trece años después de jubilarme, Olivetti sigue siendo mi empresa. Y lo será, en efecto, para toda la vida.
Desde el fondo de la sala, las mariposas surrealistas y mágicas de Salvador Dalí contemplaban divertidas la escena.
José Manuel Aguirre
En Barcelona, a 4 de julio de 2008