Cuarenta y dos años
No. No son los años que habito en estos mundos. Son los años que han pasado, desde que entré en Olivetti.
Si. Son muchos los años y los mundos que han pasado. Hoy los puedo rememorar con mucho orgullo, porque no he dejado ningún resquicio de mal hacer o mal recuerdo…y si hay alguno en desacuerdo,…que “levante la mano”.
Comencé en mil novecientos sesenta y seis, después de haber hecho un curso de programación del G-415 de Bull-G.E. en Barcelona y por consejo familiar, “bien está el ingresar como comercial en Olivetti, que eso da mas alegría”.
Y así, empezó mi paseo por nuestra empresa. Digo por nuestra empresa porque considero que esta casa, ¡siempre será la mía!
Todavía, cuando paso por “Ronda de la Universidad”, echo un ojo por si sale por la rampa, el Sr. Herrero, Río, LLamusí, Vellaz, Sánchez, Lara, Rocandio, Mariné, Gallego, Aguilar, Capdevila, Vigué, Corcín, Morales, Bernardo Herrero, Márquez, Carreras, Creuheras, Grau, Grifols, …y tantos otros, que no enumero por brevedad, de los que cada uno, se llevó su pizca de jirón olivettiano en sus entrañas. Hoy en concreto, he de ir a visitar a uno de ellos, gran amigo que esta muy grave y me tiemblan las piernas. Son cosas de la vida en la que unas veces no estamos todos y siempre hay alguien que nos podemos ir.
Las fotos son del curso de "entrada" en el año 1.966 y los componentes son Morales, Grifols, B. Herrero, Quesada de Valencia y otros mas que no recuerdo su nombre.
Fue en un curso de entrada, donde comencé a respirar las barras de programas, los tornillos y topes que hacían temblar los altillos de pequeña empresa, con el alivio del cliente en ver su “contabilidad” o “factura hecha” y agravio del ruido por aguantar.
Fueron años en los que a veces te venia el “jefe contable”, con la queja y el lloro de ver su puesto en peligro a causa de aquella locomotora de diarios, fichas y mayores, en el mal llamado 1.1.19. O, de aquel paquete de chacinas, o detalle para el coche que el cliente nos obsequiaba, en agradecimiento al camino andado. O, de aquella observancia que se hacia al cliente, de “no maltratar la banda magnética”, porque en caso de golpe “caerían todas las letras y saldos memorizados”. O, aquellos seis programas insertos en una “barra de cuatro” que se les ponía a disposición en “Auto-Motorsol” o “Colegio de Médicos”.
Eran años de aventura por el logro de una medalla en la empresa y el mal empleo del “codo”, para poder mantenerse en línea entre los compañeros “más audaces en la política de grupo”. De esto en todas las buenas familias, siempre los hubo y habrá. Son destellos lumínicos y sombríos, que dan sabor dulce o picante a una historia que no se olvida y deja huella.
Después, vino la “Auditronic-730 y 770”. Por suerte, que no por otra cosa, fui el primer “analista de sistemas” de la época. Mi primer análisis de trabajo lo ultimé en los pies de la cama, en la que mi padre expiró y siempre agradeceré a toda Olivetti que se presentó para acompañarme en tan mal día de su defunción. Nunca lo olvidaré. Gracias a todos. Gracias.
Estos trabajos, fueron recogidos para los cursos, por nuestro compañero Miranda (mal llamado, el “feo”), como ejemplo de hacer una recogida de datos, destinada al departamento de programación. Que unas veces cumplía como en el caso de aquella empresa de grifería, cuando el equipo hacia una actualización de almacén, en “toda una noche”, en función de los “grupo-subgrupos y componentes del producto final”. Y otras veces, no cumplía como en el caso de aquel programa “parametrico” que prometía éxitos rápidos en el ensamblaje de soluciones, que no lo fueron.
Fotos de una reunión-cena con toda la D.M.C. y al frente el jefe, Sr. Herrero.
¿Veis como mi paso por nuestra casa, ha dejado senda en mi vida? Aun cuento entre mis amigos mas allegados, a viejos compañeros de aquellas “lides”. Y otros menos encontrados, de los que guardo buen recuerdo.
Olivetti, deja huella y prueba de ello, que muchos de vosotros os reunís para contar nuevas aventuras o travesuras laborales de aquellas jornadas. De todo hay en la villa del Señor. Y son pasos dados, que han marcado vidas, de éxito y desventuras.
Yo desde acá o desde no se donde, os mando un fuerte abrazo porque formáis parte de mi vida y componéis una historia de la que se pueden sacar originales moralejas.
Os escribo estas líneas porque posiblemente en los días que tenéis programada la reunión, no podré asistir por problemas familiares que algunos de vosotros conocéis bien y se que me disculpáis.
Como podéis observar, no pertenezco a ningún grupo directivo, ni puedo presumir de objetivos sobresalientes logrados para la empresa. Soy un obrero del panal olivettiano. Uno mas entre vosotros, que sin vosotros, no seria nada y vosotros sin mi seríais menos, pudiendo presumir de unos años de trabajo, bajo una sigla que fue tan importante en los años posteriores a la “vergüenza nacional”.
Gracias.
Francisco Pipó Rivera
pacopipo@telefonica.net
Barcelona, a 12 de agosto de 2008
COMENTARIO AL ARTÍCULO DE PIPÓ. 2 de septiembre de 2008
Amigo Pipó: Acabo de leer tu artículo por cuarta o quinta vez. Me resulta emocionante. 42 años años son toda una vida. Son mucho trabajo, muchas personas a las que has conocido, muchas preocupaciones, no sé cuántas alegrías. Espero que hayan sido muchas también.
Tu escrito es muy ilustrativo de todo el devenir de la DMC vivido desde dentro, en primera línea, al pie del cañón. Seguro que tienes muchas más cosas que contar. Me gustaría que lo hicieras. ¿Recuerdas el censo de máquinas de gestión? ¿Participaste en el trabajo? Si es así, danos por favor, tu punto de vista. Yo tengo en programa hablar de él pero todavía me queda mucho que recordar antes de llegar a eso. Ojalá puedas venir a la fiesta del 18 del mes que viene.
Un fuerte abrazo
José Manuel Aguirre
Mi respuesta al compañero Aguirre. ¡Va por usted!:
Hoy puedo comenzar a la respuesta así. Si, porque los años lo curan todo. Debiera haber comenzado “al señor Aguirre”.
Y ya te digo, los años lo curan todo. Si, porque al cruzarme contigo en la entrada o en el ascensor, existía aquella distancia del directivo “de alta planta, sonrisa leve y grueso portafolios”. Pero ya sabía yo que era el “señor Aguirre”, cabeza pensante y faro-guía de muchos eventos. Y si yo subía en el ascensor, era para sacar fotocopia en aquel artilugio de coloreantes luces, que tras un manejo bien cuidadoso, te regalaba la foto de un “flow-chart” para los programadores.
Si, porque yo laboraba en “planta baja” y desde allá siempre pensaba en vosotros, con la esperanza de algún invento que agilizara y valorase nuestra labor. De siempre y con el respeto propio de aquellos días, se miraba a la cúpula de “pensantes”, como locomotora de un “futuro-mejor”. Y todos como tu, y todos como yo formamos parte, de este pasado que hoy queremos hacer presente. Y contestándote en el tema del “censo”, poco recuerdo, aunque me viene un leve atisbo por la gran dedicación de visitas y viajes para completarlo.
¡Que tiempos! Nadie ha mencionado la grandiosa escena de “Ronda de Universidad”, a las nueve de la mañana. Era un enjambre de sonrisas jóvenes, con su “pluma en mano” y cartera de “fichas-cliente”. Momentos no superados, por el fotograma de “La salida de la fábrica”. ¡Que momentos para una memoria!
Memoria. En la mente se agolpan cantidad de anécdotas, que como setas van aflorando por los caminos del recuerdo. El cliente era nuestro mejor amigo. Con el comentabas los problemas de la política y principalmente los de su empresa. Te pedía colaboración en ellos, como por ejemplo aquel que necesitando una secretaria me pidió que se la buscase; había una preciosa muchacha muy propia para ello, se coloco en la empresa y con el tiempo, media nomina tuvo que regalarle un viaje a Londres. Hoy al día, eso ya no es necesario, pero en aquellos tiempos casi me cuesta perder al cliente por “tan mala ayuda”. En otras ocasiones la empresa tenía una aglomeración de trabajo y nosotros le ayudábamos con varias A-413 “en demostración”. Era tan grande la complicidad de vendedor y cliente, que una vez un director de banca francesa, desde su residencia vacacional mandó un pedido urgente en el mes de Agosto, de cuatro Mercator/UME para que su amigo pudiese incrementar el “concurso de ventas estival”.
¿Nadie recuerda la Guardería de Olivetti? Madres emperifolladas de colonias orientales y niños saltantes, corriendo al “coche de su recreo”. Nadie menciona el día de “Reyes”, cuando “decían los viejos” que el metro era un “gallinero ruidoso” y mas tarde salían los infantes con su pelota de goma o el rompecabezas (de su padre) para componer en el suelo del comedor.
Guardería de Olivetti. Bello edificio para nuestros recuerdos familiares de una infancia que era cuidada con atenciones propias de una esmerada atención. Y cual no seria mi suerte, que al caer en paro desde mi segunda empresa “Barnices Valentine S.A”, recurrí a “Barcelona Activa” para cursar un seminario de legislación fiscal; previamente hube de pasar por una selección y en la entrevista con el psicólogo, mis lagrimas corrían por mi rostro al recordar que en este centro y en esa sala, mis hijos dormían la siesta después de su comida, porque el curso se daba en la antigua guardería nuestra. El destino a veces cruza los caminos y la encrucijada se atropellan los recuerdos.
Hoy celebramos los cien años y por ello reverdecen los ocurridos, gozosos los unos y menos alegres otros.
Muchos nos acordamos del desayuno previo a la “faena” en el “Pascual de la avenida de la luz, en el metro”, de aquellos bocadillos de atún aceitoso y la retahíla de comentarios y chistes fáciles que brotaban de jóvenes bocas, mentes ansiosas de una copiosa comisión por las cuatro Mercator, de aquella gestión, de mas de dos meses de agotadoras visitas.
Y, así pasaban los años. Catalunya arriba, Cataluña abajo, visitando las señalizaciones de DMC para la A-770. Menciono mi recuerdo en el que bullen aconteceres y ocurridos, cada uno con diverso humor.
En esta memoria, estáis todos. Los más allegados y los más lejanos. Pero todos éramos como hojas de alcachofa, en tronco firme.
Cada uno habéis desarrollado vuestra labor con mayor o menor acierto y dejasteis una senda que difícilmente nadie volverá a pisar. Ha sido un camino lleno de ilusiones, fantasías, éxitos, desilusión, ambición, medallas de Revilla, y cenas de camaradería, que dan color a vuestro recuerdo viviente, en un ayer no lejano.
Os voy a contar un pequeño cuento. “Había una isla en la que estaban todos los grandes defectos y virtudes del ser humano. Se anuncio el desastre de que la isla se hundía y habría de salir cada uno como pudiera. Todos se fueron emparejando y marchando…, pero quedó alguien solo, era la Amistad. Nadie le socorrió y sola se quedó. Al tiempo, vio un barquichuelo que con su pof-pof, pasaba cerca. Gritó y gritó la Amistad. Y al final, fue salvada por el barquito. Esta le dijo “mi nombre es Amistad, ¿y el tuyo?”. YO SOY EL TIEMPO, dijo el.
Y amigos, así termina el cuento. Pudiera ser, y lo es, que el TIEMPO que vamos a celebrar, será el único que nos puede salvar.
No quiero terminar como lo voy a hacer, pero en mi mente salen rostros que hoy ya no están entre nosotros, compañeros que se fueron, pero que siguen vivos en nuestro jirón olivetiano. Hoy asisto al funeral de uno de ellos, gran amigo y hermano de muchos días de mi vida. Compañero vuestro también. Un hombre que pasó por Olivetti, con voz callada y sonrisa tímida, con laboriosidad sin estridencias y rostro amable, respetuoso y respetable. Pequeña abeja del panal olivetiano, que no le doy nombre, porque con el también los hubo antes y de ellos la “alcachofa olivetiana”, tiene un solo nombre.
Por el y por los muchos como el, quiero que alcéis una copa y digáis conmigo.
¡Por vosotros, que nos dejasteis a nosotros y seguimos siendo todos nosotros!
COMERCIAL MECANOGRAFICA S.A.
Francisco Pipó Rivera.
Barcelona, a 17 de septiembre de 2008