In memoriam

MANUEL LÓPEZ RIO HA MUERTO

Esta es la noticia. Lacónica y terrible. Escueta y trágica. Se nos ha muerto el amigo y el maestro. Se nos ha ido sin avisar. En cierto modo como hacía él algunas cosas: como queriendo sorprendernos. Algunos de nosotros – los más veteranos – habíamos compartido ayer con él nuestra tradicional cena prenavideña. A pesar de su delicada salud y de una noche que se anunciaba bastante fría, no quiso dejar de acudir a la habitual cita de estas fechas con sus compañeros de tantos años.

Manolo, de suyo locuaz y animado, hacía algún tiempo que había perdido su viveza, se había acallado su palabra brillante y ya no participaba con su reconocida autoridad y su agudo ingenio en los juegos verbales a que tan dados hemos sido siempre en Olivetti. Anoche, durante toda la cena, estuvo apagado y ausente, con la mirada perdida y profundamente triste. Habló con casi todos nosotros – particularmente con Joan Palet –, cenó bien y no se ahorró su habitual copita de whisky. Quizá por eso no supimos ver la proximidad del drama. Creímos que persistía en él el síndrome de tono muy bajo, de depresión quizás, que ya percibimos - ahora vemos que erróneamente - en la fiesta del Centenario.

El destino quiso rendirle en sus últimas horas un postrero y pequeño pero muy significativo homenaje. Nuestro compañero Lluis Bellsolell, buen aficionado a la pintura, quiso obsequiar a uno de sus amigos allí presentes con uno de sus cuadros: un hermoso óleo representando a uno de nuestros más queridos iconos: la Lexicon 80. Lo sorteó entre los asistentes y el cuadro fue para Rio. Una de sus últimas fotos atestigua su sorpresa y casi su desconcierto. Sin embargo, nadie mejor que él para recibir lo que ya era la última muestra de reconocimiento que le reservaban sus horas finales y que tenía más merecida que nadie. A pesar de ello, él parecía preguntarse ¿por qué a mí? Con todo, le dio las gracias a Luis y le dijo que ya tenía claro el lugar muy especial de su casa donde iba a colgarlo.

Acabada la cena, nos hicimos la foto de grupo de rigor, que ha adquirido un valor muy especial. Hoy la miraba con atención en mi ordenador. Todo en Manolo tiene en esa foto y en las otras que se le hicieron un aire muy triste, como de despedida. No sólo en su rostro y en su mirada, sino en toda su figura que parece empequeñecerse y alejarse.

    

Juan Pedro Losada pasó con él sus últimas horas. Se había ofrecido para llevarlo a su casa en coche. El trayecto desde el restaurante hasta el parking de plaza Catalunya se hizo muy penoso. Faltaban pocos minutos para la una de la noche.

Ya en el coche, ante una situación que se agravaba por momentos, Juan Pedro enfiló el camino del Clínic. Al llegar a Rambla de Catalunya- Aragó decidió detenerse y solicitar por teléfono la ayuda del 112. Enseguida llegó una ambulancia medicalizada. Durante mucho tiempo, los facultativos hicieron todo lo posible por reanimarle. Bien entrada la madrugada no pudieron hacer más que certificar su defunción por infarto de miocardio. Juan Pedro estuvo con él hasta el último momento.

Manuel López Río ha sido una gran persona y todo un personaje de primera categoría en esa nutrida galería de figuras preclaras que se han dado en nuestra empresa.

Había nacido en Barcelona, hace 78 años. Siempre tuvo a gala proclamar sus orígenes humildes y las dificultades a las que tuvo que hacer frente para abrirse camino en la vida. Los que hemos tenido la fortuna de gozar de su amistad sabemos lo duras que fueron para él la infancia y la juventud en los años terribles de la posguerra. Olivetti, mediada la década de los 50, le abrió sus puertas. En nuestra empresa, Manuel Río encontró el cauce adecuado para, a fuerza de duro trabajo y sin regatear esfuerzos ni sacrificios, poner en juego con éxito sus conocidas capacidades profesionales. En las primeras etapas de su vida como vendedor ascendió todos los peldaños del escalafón comercial, desde el distrito a jefe de ventas, pasando por vendedor especial y jefe de grupo. Se unió al selecto grupo de jóvenes directores de sucursal a principios de los 70, en San Sebastián. Más tarde, accedió al puesto de jefe de área. En todos sus empleos consiguió con eficacia rayana en la excelencia los objetivos cada vez más exigentes que se esperaba de él.

No fue un comercial al uso. Manolo Río no sólo vendía, sino que realizaba negocios beneficiosos para su empresa y para sus clientes. En la fiesta del 18 de octubre, José Luis Varas lo calificó certeramente de “inventor de nuevos canales “. No pudo ser una definición más feliz. Manuel Río encontró siempre fórmulas nuevas, eficaces y muy rentables para resolver problemas viejos y para dar satisfactoria salida a productos que parecían haber agotado su ciclo vital. Sólo a él pudieron ocurrírsele operaciones que los más no llegamos ni a imaginar. No es necesario citarlas porque están en la memoria de todos. No es una obviedad decir que nunca consideró cerrada una venta hasta que entró en caja la última peseta de la operación.

Aunque sin complejos de ninguna clase, confesaba que envidiaba a aquellos de sus compañeros que, como él decía, “tenían estudios”. No tenía por qué. Él se doctoró “cum laude” en la carrera más difícil de todas: la de la vida. Y lo hizo en una de las más prestigiosas universidades: la Olivetti. Luego, durante muchos años, impartió en ella su fecundo magisterio entre muchos jóvenes vendedores y directivos y entre todos sus compañeros, en especial entre los que tuvimos la suerte de estar próximos a él.

Manuel Río (nuestro querido don Manuel) era una persona que sentía en muy alto grado las necesidades o los estímulos (como queráis llamarlos) de mayor rango en la pirámide de las motivaciones de las que nos hablan los sicólogos: el sentido de pertenencia, la autoestima y el reconocimiento. En especial, éste último. Río necesitaba de una manera casi imperiosa que sus éxitos fueran reconocidos. Naturalmente. ¿Qué hay de malo en ello? Sin engreimiento, sin menosprecio hacia los demás, con legítima satisfacción. Pocos se lo negaron y alguno incluso supo aprovecharse bien de esta circunstancia en su propio beneficio. Ahora, qué más da ya. En todo caso, los que hemos tenido la suerte de conocerle bien sabemos que ha sido un paradigma para los comerciales y que de su bien hacer y de sus lecciones de profesionalidad y de vida nos hemos beneficiado todos.

Por siempre mantendremos vivo en nuestro recuerdo su verbo rico, ingenioso y agudo, su fina ironía y su inigualable capacidad dialéctica.

¡Hasta siempre, querido Manolo! Allí donde estés, dale un abrazo muy fuerte a Ceballos y a todos los compañeros con los que sabemos que te vas a encontrar.

 

Barcelona, 11 de diciembre de 2008

 


Carta a Manuel López Río de Anselmo Barrera. 12/12/2008

Querido Manuel:

Hoy hemos disfrutado de un día soleado y, sin embargo, a todos nos embarga una enorme tristeza. Te has ido y nos has dejado.

Eran cerca de las 12:30 de la pasada noche cuando me he despedido de ti en la Plaza de Cataluña, deseándonos mutuamente una Feliz Navidad, después de haber compartido mesa y mantel junto a otros amigos de Olivetti en la ya clásica cena prenavideña que celebramos cada año. ¿Cómo podía yo saber que tu despedida era definitiva?

Manuel, después de la salida del restaurante y mientras caminábamos juntos por la Puerta del Ángel, oía los comentarios que le hacías a Losada acerca de tus actividades comerciales y yo pensaba: Río no cambiará nunca, aunque viva eternamente. Sin embargo, la muerte no tiene sentimientos ni tampoco entiende de amistades y ya había decidido que debías acompañarla y privarnos, a tus amigos y compañeros, de tu inigualable dialéctica y creatividad personal. Te echaremos de menos.

Querido amigo, deseo que donde quieras que estés seas muy feliz y ten la seguridad de que, hasta que nos volvamos a ver, te tendremos presente en nuestra memoria.

Descansa en paz.


Estimado Río:

Ayer a las ocho de la mañana me llamó Vich y me comunicó que nos habías dejado Estoy seguro de que nuestro Dios Padre Misericordioso te habrá acogido en sus brazos con toda ternura y que junto a Él estaría Vicenta, esperándote.

El día de la cena salí de Alicante con ánimo de estar con todos vosotros pero una incómoda dolencia me privó el cenar contigo y con los demás amigos.

Manel, tu marcha nos ha producido un vacío tremendo, ya no escucharemos tus anécdotas, no gozaremos de tu profunda visión de las cosas, de tu inigualable sentido común, de tu integridad. Has sido de las pocas personas que he conocido que nunca bajó a besar el felpudo de ninguna puerta, por importante que fuera.

Un abrazo muy fuerte, siempre tendrás encendida una vela en mi corazón.

Paco Herrero 12/12/2008


Os ruego transmitáis a sus personas mas allegadas mi más sentido pésame.

No tuve ocasión de trabajar con él, pero siempre he tenido un alto concepto de su persona. Hombre trabajador donde lo hubiera, entregado a su trabajo (quizá en exceso) y a las personas que tuviera a sus órdenes. Creo que ha sido un buen ejemplo para todos.

Descanse en paz.

Un abrazo a todos.

Paco Aranda. 12/12/2008


Lascio una mia testimonianza di dispiacere e di nostalgia, è uno di noi che se ne è andato ricordo la sua grinta,il suo dinamismo, la sua voglia di vivere, la sua professionalità e la sua amicizia.

Ciao Manuel da parte di Gianni Di Quattro. 12/12/2008


Amigos todos; especialmente los que hicimos, un gran trecho de nuestro viaje en este mundo físico, dentro de la Familia Olivetti. Con todos vosotros deseo compartir mi sentimiento por el fallecimiento de Manuel López Río.

El fue mi Jefe de área durante bastantes años y durante ese tiempo y muy especialmente durante la reciente reunión en Barcelona, llegué a percibir en él un alejamiento progresivo de esta realidad física. Como si su estancia y presencia en esta realidad fuera una visita de obligado cumplimiento y estuviera esperando su puesto definitivo en otra dimensión intangible de los Universos.

Este sentimiento yo lo percibí y lo comparto. Por eso siento perder su presencia física directa, pero tengo el convencimiento de que él sigue con nosotros doblemente: Sus átomos, como los nuestros, siguen alimentando el gran caldero de la vida física de la materia, y su otro componente, porción de inteligencia inmaterial, ha satisfecho sus misteriosos deseos y anhelos de integrarse de nuevo en su procedencia, en La Gran Inteligencia que, en paralelo con la materia, lo llena todo, desde las misteriosas profundidades subatómicas de la materia hasta en el aire que respiramos.

Mi anónimo pésame para todas las personas, familiares o no, que caminamos con él. 14/12/2008


Sr. Río: Soy Pipó, no se si desde el cielo tiene humor de acordarse de mi, pero yo se que allá estará en premio a su labor y el bien andar por estos barrios.

Usted, fue un referente de nuestro paso por Olivetti. Su escueta palabra, su sonrisa oportuna y un saber estar, han sido horizontes cercanos para cada uno de nosotros.

Recuerdo que después de mi marcha de Olivetti, nos encontramos en la calle y me dijo: "Pipó, si me hubiese enterado de su marcha, no lo hubiera consentido", yo le respondí "Gracias"...y nos despedimos con un apretón de manos.

Hoy tu estas en un lugar donde todos hemos de encontrarnos. Me alegraré de verte. 15/12/2008


Querido amigo:

He dedicado parte de la noche, por no decir toda la noche y buena parte de la madrugada, a trabajar en nuestro próximo proyecto teatral: "El Abanico de Lady Windermere". Estoy cansado. Son las seis de la madrugada. Antes de acostarme se me ocurre abrir el correo, cosa que no hago nunca y menos a esta hora. Siempre he sido descuidado en la labores de gestión, tu ya me conoces. Al abrir la fotos de la cena de Lluís Bellsolell, veo tu última imagen y me entero de tu muerte. Es la peor noticia, la jamás deseada. Estuvimos juntos en la mesa pero no hablamos mucho. Nuestro amigo Palet te atendió mejor. Si con una palabra hubiera podido evitar tu muerte, te hubiera dedicado cien mil o cien veces cien mil., ya sabes que a los dos nos gusta hablar. Lo siento infinito y me ha dolido el corazón al enterarme. Te acuerdas de una de las líneas de mi perorata del dieciocho: "El 23 de Febrero de 1992, el tablero Olivetti perdió un buen peón de brega, y más tarde perdió otro y otro y otro y finalmente el rey quedó con el culo al aire." Tu no fuiste un peón, tu fuiste un ágil y brillante Alfil Blanco. Se cerró el abanico de tu vida, pero siempre estarás en mi memoria.

Tu amigo Pedro Pastó. 19/12/2008


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