- EXTRAÑA FIDELIDAD -

                     

Llamó de nuevo al mecánico de Olivetti, seguía sin funcionar. Era un cliente importante y ya me habían puesto en antecedentes del asunto: usaban unas tarjetas magnéticas de lectura-grabación de datos, para el calculador electrónico de sobremesa Programa 101 de una marca que fallaban al poco de usarlas. El cliente era consciente del origen del problema pero argumentaba que las había comprado a buen precio y quería aprovecharlas, por lo que pedía que la máquina se regulara o ajustara de alguna manera a esta circunstancia. A veces se podía hacer algo pero con escasa fiabilidad. Yo entonces era jefe de equipo de máquinas contables en Taller Barcelona que dirigía Enrique Puig en la calle Llacuna y decidí ir a tratar el asunto personalmente. Era la práctica habitual de solucionar problemas. Metí en el maletín unas cuantas tarjetas nuevas de marca Olivetti y me fui a visitarle.

De camino al Metro de Glorias, pasé como de costumbre por la puerta de fábrica, y allí, en la puerta principal, como siempre, estaba el modesto vendedor de periódicos y revistas sentado en el escalón de la entrada esperando la salida de operarios del turno de tarde con un improvisado quiosco de publicaciones. Compré el Noticiero Universal, publicación desaparecida hace años y me dirigí al domicilio del cliente.

La conversación con el responsable del departamento giró en torno a que se convenciera de la necesidad de cambiar de tarjetas por otras de mayor calidad. Le pedí que probase estas nuevas que había llevado, aceptó que el asunto se podía resolver con este cambio y zanjamos el tema no sin antes obsequiarle con las de Olivetti. El cliente quedó en probarlas a fondo y si el resultado era satisfactorio, hablaría con nuestro vendedor para comprar una partida importante y ajustar el tema del precio.

El calculador Programa 101 operaba en base a una serie de instrucciones - el programa - registradas en tarjeta magnética. Año 1964

Pasaron los años, trabajé en otras sucursales de la geografía española hasta que fui destinado a la Ronda en el Stac Central y un día tuve la oportunidad de ver la demolición de parte de fábrica con ocasión de las obras de remodelación de la zona de Glorias por los años 90.

Al cabo de un tiempo, pasé de nuevo por la puerta de fábrica que ya permanecía cerrada permanentemente, - las instalaciones de Olivetti se habían trasladado al parque tecnológico de Cerdanyola - y pude comprobar con gran asombro y profunda tristeza que allí sentado como hacía muchos años, permanecía el mismo vendedor de prensa, muy envejecido, con unas cuantas publicaciones arrugadas en un atillo por el suelo, buscando ansiosamente por entre las rejas los operarios ausentes de Hispano Olivetti que ya no saldrían más por aquella puerta.

Me vino a la mente la imagen del perro fiel que ha perdido su amo y no se resigna a irse a casa puesto que allí no tiene nada ni nadie.

Llevaba una cámara fotográfica que había cogido para echar unas fotos de las obras, hice furtivamente una para mostrarla a los compañeros que suponía habían conocido en la época a esta persona y me marché a casa rápidamente con la necesidad algo angustiosa de darle un abrazo a mi esposa y a "chispas", mi perro, que ya estaba esperándome para salir a pasear. Aquél día, para su satisfacción, dimos varias vueltas más a la manzana como si con este gesto, intentara compensar la amarga y patética sensación que emanaba del semblante de aquella humilde persona cargada de una extraña fidelidad.

No fue hasta que abrieron el actual Centro Comercial existente, que aquel hombre desapareció de la entrada que aún sirve hoy para el acceso a las tiendas.

Puede ser que viendo la foto, alguien más recordará la situación.

        

Juan García Dolz

Barcelona, 3 de octubre de 2004

Comentarios para adjuntar a este artículo.

Escribir al autor.

Volver