olivetianos en acción
Juan García Dolz
El VI encuentro olivetianos en Zaragoza ha sido también una oportunidad para conocer el palacio de la Aljafería y visitarlo aprovechando la circunstancia de asistir al feliz reencuentro de compañeros en tan bella y hospitalaria ciudad del Ebro.
Además, por estas fechas se celebraba en dicho lugar una singular exposición "Fernando II de Aragón, el rey que imaginó España y la abrió a Europa" conmemorando el quinto centenario de la muerte de Fernando II de Aragón y a la que tuve ocasión de referirme recientemente en otro artículo.
Sin embargo, una visita al palacio se justifica por si sola con independencia de dicha exposición, tanto por su riqueza arquitectónica como por sus importantes referencias históricas, razón por la que merece escribir unas líneas de acompañamiento a las imágenes que la ilustran.
Lo primero que se me ocurre al situarme ante tan monumental edificio es preguntar ¿Esto qué es? y el guía que lo va a mostrar y explicar se apresura a responder simple y llanamente: "estamos en el palacio de recreo que mandó construir Sulaymán al-Muqtadir Billah, rey de la taifa de Saraqusta entre 1046 y 1081 como residencia de los reyes hudíes de Saraqusta. Es un reflejo del esplendor alcanzado por el reino taifa en el periodo de su máximo apogeo político y cultural. Su importancia radica en que es el único testimonio conservado de un gran edificio de la arquitectura islámica hispana de la época de las Taifas".
La Aljafería de Zaragoza fue declarada monumento nacional de interés histórico-artístico en 1931, pese a lo cual, no fue hasta 1947 que se acomete una lenta y minuciosa labor de rescate por varios arquitectos locales, haciendo frente al lamentable estado de conservación en que se encontraba, prácticamente en ruinas. El resultado de las intervenciones, realizadas con el respaldo de varias excavaciones arqueológicas, ha dado lugar al aspecto que presenta en la actualidad, en el que se pueden distinguir los restos originales de los reconstruidos.
En el año 2001, la UNESCO declaró patrimonio de la humanidad el mudéjar de Aragón, destacando que el palacio de la Aljafería es uno de los monumentos más representativos y emblemáticos del arte mudéjar aragonés.
El palacio islámico conserva parte de su primitivo fortificado, de planta cuadrangular y reforzado por grandes torreones semicirculares a los que se suma la torre del Trovador del siglo IX como el resto más antiguo del conjunto arquitectónico.
Este recinto alberga unas construcciones residenciales que responden al modelo palacial islámico de influencia omeya, tal y como se habían desarrollado en los palacios musulmanes del desierto del siglo VIII
En consecuencia, frente al espíritu defensivo y la reciedumbre de las murallas, el palacio taifal, que es de una gran belleza ornamental, presenta una composición a base de un gran patio rectangular, a cielo abierto y con una alberca a un lado; a continuación, dos pórticos laterales, con arquerías vistas en la foto que actúan a modo de pantallas visuales; y al fondo, unas estancias que en sus orígenes estaban destinadas para uso ceremonial y privado.
Asimismo, en otro lado del pórtico se encuentra un pequeño oratorio de planta octogonal y reducidas dimensiones, en cuyo interior se observa una fina y profusa decoración de yeso, con los típicos motivos de ataurique y fragmentos pictóricos, de tonos vivos y contrastados, de gran interés.
Todos estos logros artísticos se corresponden con las obras realizadas al final del siglo XI, y no hacen sino reflejar la importancia cultural y el virtuosismo plástico de su corte. Es más, el palacio de la Aljafería supone una de las mayores cimas del arte hispanomusulmán, y sus aportaciones artísticas fueron retomadas con posterioridad en los Reales Alcázares de Sevilla y en la Alhambra de Granada.
Tras la reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en el año 1118, se inició la andadura cristiana de la Aljafería, de tal modo que se convirtió en el palacio de los monarcas aragoneses, quienes, además, llevaron a cabo en su interior sucesivas obras de ampliación y reacondicionamiento. Cabe citar la iglesia de San Martín y sobre todo, las salas del palacio mudéjar del rey Pedro IV. Además, estas edificaciones son de vital importancia por haber sido el principal foco para la formación y expansión del arte mudéjar aragonés.
El palacio de los Reyes Católicos fue erigido en torno al 1492, con el fin de simbolizar el poder y prestigio de los monarcas cristianos. No obstante, la dirección de la obra recayó en un maestro mudéjar que funde la herencia artística medieval con los nuevos aportes del Renacimiento, dando lugar a uno de los ejemplos más significativos del llamado "estilo Reyes Católicos"
El palacio consta de una escalinata, último lugar desde donde está permitido a los turistas realizar fotografías, un corredor y un conjunto de salas, denominadas "de los pasos perdidos" que tiene su culminación en el gran Salón del Trono.
A partir de 1593, el rey Felipe II mandó transformar la Aljafería en un fuerte o ciudadela "a la moderna" dotándole al conjunto de un recinto amurallado con baluartes pentagonales en las esquinas y un imponente foso de circunvalación. Sin embargo, lo que en realidad se pretendió no fue otra cosa que poner de manifiesto la autoridad real frente a las reivindicaciones forales de los aragoneses y frenar posibles revueltas.
Después, durante los siglos XVIII y XIX se produjeron profundas intervenciones para su adaptación como acuartalamiento, todavía se conservan bloques de la época de Carlos III y dos torreones neogóticos añadidos en tiempos de Isabel II
A todo ello hay que añadir la instalación de las Cortes de Aragón en una parte del conjunto monumental, y en ellas, sus autores han huido de la inclusión de elementos históricos que pudieran producir posibles equívocos de interpretación, aislado de la muralla y del palacio taifal, pero perfectamente integrado en el recinto y situado frente a la capilla de San Martín.
De esta manera, el palacio de la Aljafería, monumento emblemático y, a la vez, testigo durante siglos de importantes acontecimientos, vuelve a ocupar un lugar relevante al acoger entre sus viejos muros a la institución que representa a todos los aragoneses: las Cortes de Aragón.
Como idea final, hay que resaltar que muy pocos monumentos aragoneses cuentan con muestras arquitectónicas tan sobresalientes como las existentes en la Aljafería de Zaragoza, pues en ella se resumen diez siglos de la vida cotidiana y de los acontecimientos históricos-artísticos de Aragón.
Hasta la próxima amigos.
Juan
Junio 2015
Fuentes: Cortes de Aragón, Parlamento y Wikipendia.
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